A estas alturas del año y de la crisis del sector, la situación de impás en el Gremio y en la Federación es doblemente preocupante:
-Por un lado, hacia afuera, están los retos que tiene planteados el sector: no sólo la contracción del mercado, la edición electrónica y la revolución de la propiedad intelectual, como señala Rodríguez Rivero, sino también los cambios en los hábitos de consumo (lo que condiciona no sólo qué libros compra la gente, sino dónde los compra); el surgimiento de nuevos mercados, de tipo long tail y nicho, frente al mercado de masas (lo que obliga a los editores y libreros a rediseñar sus estrategias); la concentración de la distribución (lo que será determinante para muchos editores) y la redefinición del mapa de librerías (con la entrada de nuevos actores con alta capacidad de adaptación a los nuevos mercados). Nuestra tesis es que no sólo asistimos a una crisis (la económica-financiera-inmobiliaria que afecta inevitablemente al libro), sino ante un verdadero cambio de paradigma en el sector editorial.
-Por otro la crisis de liderazgo, por falta de personas, ideas y proyectos en la dirección de las instituciones gremiales, lo que está generando una preocupante incertidumbre entre los editores. Parece evidente que hay que ir a una reestructuración decidida del gremio. Los hábitos, usos, costumbres y estatutos deben ser reformados en profundidad para adecuarlos a los tiempos, ya que presentan marcados rasgos casi preconstitucionales: La alternancia Madrid-Barcelona en la presidencia de la Federación; que la presidencia recaiga en alguien de uno de los "grandes grupos" o un mariachi apoyado por éstos; que haya candidatura única o de consenso, etc…
La reflexión a realizar es muy sencilla: hace falta modernizar la estructura, adecuar los estatutos, profesionalizar la organización y desarrollar unos mecanismos electorales muy abiertos, donde prime que se puedan presentar editores que tengan "ideas", "discurso" y "programa". Como ejemplo, y salvando las distancias, enla Comisión de Pequeños Editores de Madrid hemos elegido hace unos meses una nueva dirección con dos candidaturas diferentes y con sendos programas -a modo de hojas de ruta- distintos. Para ello hubo que desempolvar, por primera vez desde su fundación, una urna para votar libremente, un voto por empresa representada.
Leíamos hace unos días en un blog que para la presidencia del IDPF -International Digital Publishing Forum- se presentaron doce candidaturas diferentes. Esto sí que es biblio-diversidad. En la situación actual, los editores no tienen una idea clara de hacia dónde quieren encaminar sus pasos (porque faltan programas); no saben cómo hacer frente a la crisis (porque no hay reflexión ni ideas); ni si quiera son capaces de trabajar en equipo o llegar a acuerdos (por falta, entre otras cosas, de liderazgo). La dirección de las instituciones gremiales necesitan, por tanto, una urgente enmienda a la totalidad.
La dirección del Gremio de Editores debería ser una máquina bien engrasada de liderar iniciativas culturales (no sólo empresariales) y discursos coherentes, con impacto en la sociedad; y no un mero bulto sospechoso, o un nido de fenicios. Los editores independientes deben pedir a los Reyes Magos que no les traigan carbón -ni siquiera una caseta de 4 metros para la Feria del Libro de Madrid-, sino una dirección como Dios manda. En esto el tamaño no importa, (grandes o pequeños) lo importante son las ideas: las empresas y los colectivos las dirigen personas y las transformas las personas, no las razones sociales. Se hace necesario pues, un giro personalista tanto en el GEM como en la FGEE.
-Por un lado, hacia afuera, están los retos que tiene planteados el sector: no sólo la contracción del mercado, la edición electrónica y la revolución de la propiedad intelectual, como señala Rodríguez Rivero, sino también los cambios en los hábitos de consumo (lo que condiciona no sólo qué libros compra la gente, sino dónde los compra); el surgimiento de nuevos mercados, de tipo long tail y nicho, frente al mercado de masas (lo que obliga a los editores y libreros a rediseñar sus estrategias); la concentración de la distribución (lo que será determinante para muchos editores) y la redefinición del mapa de librerías (con la entrada de nuevos actores con alta capacidad de adaptación a los nuevos mercados). Nuestra tesis es que no sólo asistimos a una crisis (la económica-financiera-inmobiliaria que afecta inevitablemente al libro), sino ante un verdadero cambio de paradigma en el sector editorial.
-Por otro la crisis de liderazgo, por falta de personas, ideas y proyectos en la dirección de las instituciones gremiales, lo que está generando una preocupante incertidumbre entre los editores. Parece evidente que hay que ir a una reestructuración decidida del gremio. Los hábitos, usos, costumbres y estatutos deben ser reformados en profundidad para adecuarlos a los tiempos, ya que presentan marcados rasgos casi preconstitucionales: La alternancia Madrid-Barcelona en la presidencia de la Federación; que la presidencia recaiga en alguien de uno de los "grandes grupos" o un mariachi apoyado por éstos; que haya candidatura única o de consenso, etc…
La reflexión a realizar es muy sencilla: hace falta modernizar la estructura, adecuar los estatutos, profesionalizar la organización y desarrollar unos mecanismos electorales muy abiertos, donde prime que se puedan presentar editores que tengan "ideas", "discurso" y "programa". Como ejemplo, y salvando las distancias, en
Leíamos hace unos días en un blog que para la presidencia del IDPF -International Digital Publishing Forum- se presentaron doce candidaturas diferentes. Esto sí que es biblio-diversidad. En la situación actual, los editores no tienen una idea clara de hacia dónde quieren encaminar sus pasos (porque faltan programas); no saben cómo hacer frente a la crisis (porque no hay reflexión ni ideas); ni si quiera son capaces de trabajar en equipo o llegar a acuerdos (por falta, entre otras cosas, de liderazgo). La dirección de las instituciones gremiales necesitan, por tanto, una urgente enmienda a la totalidad.
La dirección del Gremio de Editores debería ser una máquina bien engrasada de liderar iniciativas culturales (no sólo empresariales) y discursos coherentes, con impacto en la sociedad; y no un mero bulto sospechoso, o un nido de fenicios. Los editores independientes deben pedir a los Reyes Magos que no les traigan carbón -ni siquiera una caseta de 4 metros para la Feria del Libro de Madrid-, sino una dirección como Dios manda. En esto el tamaño no importa, (grandes o pequeños) lo importante son las ideas: las empresas y los colectivos las dirigen personas y las transformas las personas, no las razones sociales. Se hace necesario pues, un giro personalista tanto en el GEM como en la FGEE.
Por otro lado, los problemas de cocina tanto en el GEM como en la FGEE habrán de solucionarse de manera diligente, si queremos que el sector reaccione con lucidez a los retos a los que se enfrenta, problemas reales que desde hace meses se vienen sorteando con quiebros y malabarismos cargados de demagogia. No se hallan soluciones ignorando los problemas.
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