16 julio 2009

A PROPÓSITO DE LARSSON (1): ¿EN QUÉ SE PARECE UN BEST SELLER A UNA HAMBURGUESA?

Llegó el verano y los libreros andan como locos montando escaparates e ingeniándoselas para vender a cuchillo el último libro que cierra la trilogía de Larsson, talismán al que el sector ha dotado de los mágicos poderes que nos sacarán de la ya asumida crisis del libro. Los libreros quieren hacer caja como sea, los distribuidores esperan que esas ventas millonarias frenen el tsunami de la devolución (de los «otros» libros, claro), y los «otros» editores se debaten entre presentar su próximo plan editorial o dedicarse a vender lencería gruesa, porque ya no saben qué hacer con las fajas de sus libros no vendidos.

La culpa de todo, según algunos, la tiene la homogeneización de la demanda, o sea, los best sellers, que están erosionando el mercado, generando con la pandemia lectora anomalías perjudiciales para todo el sector. Pero, ¿qué es un best seller? Contesta a la pregunta el escritor y editor mexicano Roberto Pliego en el último número de la revista Texturas:
  1. Best seller: término acuñado por Harold Bell Wright en 1902, al que definió como «comida sencilla para gente sencilla».
  2. Mucho antes de que se hablara de industria del libro o de sociedad de masas, el best seller ya estaba allí: Los muchachos de la montaña verde (1839), de Daniel P. Thompson alcanzó 50 reimpresiones en veinte años; La cabaña del Tío Tom (1852), de Harriet B. Stowe, vendió 300 mil copias en un año.
  3. El best seller no se escribe para hacer literatura, sino para hacer sonar la caja registradora.
  4. El best seller es el libro que vende el mayor número de ejemplares en el menor tiempo posible: el Quijote, la Biblia o Cien años de soledad no son best sellers.
  5. El best seller es un producto que es signo de la rapidez y que está vacunado contra la relectura.
  6. Nada más ajeno al lector de best seller que una biblioteca... o una librería.
  7. El best seller es ajeno a la crítica literaria o a la historia de la literatura: no precisa análisis, solo busca experiencias inmediatas.
  8. Al best seller le beneficia el precio libre y la manga ancha en la propiedad intelectual y los derechos de autor.
  9. El autor de best seller no rinde cuenta a la literatura, sino al director comercial de la editorial.
Hace unos días, en una de nuestras clases en el Master de Edición de la Universidad de Salamanca, en asociación con Santillana, los alumnos nos interrogaron sobre el casi inevitable tema de la venta compulsiva de los libros de Larsson; fruto de la charla posterior surgió la siguiente pregunta: ¿Por qué los éxitos editoriales y los grandes bestseller recaen en la mayoría de las ocasiones, estadísticamente hablando, en dos o tres grandes grupos editoriales? Se nos ocurren las siguientes hipótesis de trabajo que pudieran explicar este fenómeno:
  1. La gestión del talento editorial: al tener una gran potencia económica este perfil de editoriales contratan editores de gran «olfato» literario.
  2. Son editoriales con un marcado carácter comercial: no tienen un sesgo cultural-apostolar.
  3. Son empresas que no tienen editores sino «coolhunters» («cazadores de tendencias») que saben leer tendencias emergentes en la sociedad de cada país.
  4. La potencia económica de la editorial –o de su grupo- determina el acceso a manuscritos y autores de cachés muy altos. Esto podría explicar un Follet, un Le Carré o un Grisham, pero no explicaría un Dan Brown, un John Boyne, el primer Harry Potter o el mismo Larsson.
  5. Son empresas con capacidad para desarrollar un marketing coherente y congruente, con un apoyo cruzado desde otras partes del conglomerado mediático.

¿Y usted qué piensa? ¿Se debe a alguno de estos factores causales? ¿No será un mix de varias hipótesis? o ¿a una casualidad dentro de la teoría de las catástrofes? La pandemia del best seller ¿propiciará la caída del precio fijo?

Terminamos con una cita de Roberto Pliego: ¿En qué se parece un best seller a una hamburguesa? En que uno y otra están hechos de ingredientes poco fiables y saben mejor cuando se ofrecen a precio de ganga.

6 comentarios:

Txetxu dijo...

Me habéis copiado la cita (http://opinionconvalor.nireblog.com/post/2009/07/08/hamburguesa-y-best-seller ). Me voy a pensar si os cobro una comida por 'plagio'

Jorge dijo...

Yo añadiría una quinta. Saben hacer muy bien su trabajo. Y además saben que el vender libros es también un negocio y no únicamnete cultura.

Pakeeto, the chocolater dijo...

Harry Potter pasó por multitud de editoriales hasta que cayó en Maeva (el tiempo hizo que Maeva cayese en Planeta). Así que descartemos que las editoriales grandes aciertan siempre con los best sellers. Creo que la mejor hipótesis es que las editoriales grandes publican 10.000 títulos al año y si compras la mayoría de boletos en la lotería, lo más probable es que te toque. Por cierto, Harriet B. Store [tienda] no publicó La cabaña del Tío Tom, fue su prima: Harriet Beecher Stowe.

Paradigma Libro dijo...

Txetxu: No hubo plagio, que fue inspiración. Y sí, mercado y cultura no se contraponen, y últimamente ni se contradicen. Harry Potter o El mundo de Sofía fueron aciertos a posteriori, nadie imaginaba en su momento que fueran a ser best sellers para luego convertirse en long sellers. Y sí, cuando más grande eres más papeletas tienes, pero no publican tantos títulos como apuntas, Pakeeto, ni todo es cuestión de suerte. La prima de H. B. Stowe te agradece el detalle.

Julián Chappa dijo...

Menú Nº4 XLarsson con papas medianas

¿En qué se parecen los «best-sellers» a las hamburguesas? Pues en que los seres humanos que hoy en día «despachan» libros en las librerías son tan huraños y tienen un desinterés similar al de los empleados de las hamburgueserías, en dura competencia para el galardón de «empleado más afásico del mes». ¿Que tienen sueldos misérrimos? ¿Horarios demenciales? ¿Contratos basura? Claro, todo eso y más privilegios neocapitalistas, pero eso no quita que cuando buscamos trabajo nos dé igual una librería que una hamburguesería. Si opto por la librería debo tener un mínimo ya no digo de amor ni interés, sino tan solo de voluntad de que el cliente se vaya satisfecho para conservar mi puesto de trabajo. Ya no es vocación sino, aunque más no sea, básico instinto de supervivencia. Personalmente, tengo que forzar la memoria para recordar la última vez que entré a una librería, consulté al «vendedor/expendedor» y me sorprendió, no solo porque me miró a los ojos esbozando una tímida sonrisa, sino porque me acompañó al sitio en el que debería estar dicho libro, ¡el libro efectivamente estaba allí! e —increíblemente— el ejemplar no estaba mutilado en algún grado. Respecto a «libros handicapados», se da la curiosa relación inversamente proporcional: si el libro está handicapado por fuera, es muy probable que sea un buen libro, de esos que se esconden en polvorientos rincones poco visitados, abandonados por el turismo textual, cuyas rutas pasan por senderos alejados de esas estanterías perdidas en los suburbios de la literatura. Si se trata de un «best-seller», por fuera lucirá espléndido, apilado en paredes de 30 centímetros o más como si de ladrillos se tratase. Pero estará handicapado por dentro, en sus contenidos. Lo peor es que no se ve. Y lo que no se ve, para muchos, deja de existir. Para el turismo textual, que viaja hasta ese páramo a buscar media docena de Larssons para regalar, los valores simbólicos son mercancías sin valor, absurdas e ininteligibles. Está claro que el modelo de librería tradicional es obsoleto económicamente, pero culturalmente es tan crucial su existencia como lo es la idea de que acabemos siendo parte de una sociedad de handicapados a los que —dentro de unos años, unos meses o unos minutos, quién sabe— comprender el argumento de El Quijote les resulte poco menos complejo que la Teoría de la Relatividad de Einstein. Un Menú Nº4 XLarsson por favor. Ah, con papas grandes y sin mayonesa. ¿Que por 1€ más me regalan la trilogía? Pues... sí. Entonces póngales bastante mayonesa desde el prólogo a los tres. Pobre Stieg, menos mal que ya está allá arriba en la platea eterna... ¡Buen provecho!

yNsJ dijo...

Ahora mismo me encuentro leyendo a Larsson, no es culpa mia, me lo regalaron por mi santo y creía necesatio leerlo para saber por donde van los tiros en este mundo tan loco de la edición.
Lo primero que quiero decir es que estoy viendo alguna serie de relaciones entre todos los best-seller que he leído (uno era pequeño e impresionable), puede que me equivoque, pero, ¿y si desentraño la receta del éxito? Creo que lo más importante, aparte de hacerlo sencillo para la gente sencilla, es darle cierto nivel cultural, es decir, que parezca intelectual para quien lo lea se sienta inteligente, hacer que algo inteligente baje a la calle. No quiero menospreciar pero hay que ser objetivo.
Aunque también es cierto que mucha gente lee sólo para distraerse, no para aprender ni mejorar, la lectura es su escondite donde no quieren ni pensar ni reflexionar, sólo que les hagan olvidar lo que les rodea. Y esa, señores, es una buena razón para leer.