Hoy teníamos previsto hablar del informe que bajo el título "Estudio prospectivo del sector editorial de Latinoamérica: el futuro del libro en el horizonte del año 2020" ha realizado el Cerlalc, y cuyas líneas generales ha avanzado esta misma semana. Dejamos para mañana el comentario y reflexión porque nos vemos obligados, como un ejercicio de responsabilidad y desde la independencia de criterio, en la pretensión de aportar ideas, siempre opinables, que den luz y faciliten el debate, a abordar la situación que se está viviendo en el Gremio de Editores de Madrid. Tras la celebración de su Asamblea plenaria, los editores han decidido entrar en una frontal guerra –¿oportuna?– contra los libreros por la co-titularidad –opinable– de la Feria del Libro de Madrid, cuando en las aguas profundas del sector pende aún si se acepta por fin o no la candidatura a la presidencia de la FGEE, vertebrada por la tripulación del acorazado Potemkin.
No parece de recibo, a todo esto, que en los últimos meses, el Gremio de Editores de Madrid, como institución, de motivos para aparecer, una semana sí y otra también, en los comentarios de los periodistas culturales que, en tono jocoso y guasón, censuran el puzzle de sensibilidades que alberga el propio gremio. Más de un editor ya ha comentado que somos el hazmerreir de cierto suplemento y de algunos críticos literarios. Y quizá no van desencaminados. Pero esta semana especialmente el GEM se ha superado, y en un ejercicio de funambulismo estratégico, tras la Asamblea, se ha planteado entrar en guerra abierta con los libreros por el tema (amplio, poliédrico, complejo y resistente a simplificaciones banales y baratas) de la Feria del Libro de Madrid. Obviamente, ante una disputa sobre la propiedad y/o titularidad de la Feria, serán los tribunales los que tendrán que decidir, pero esto no deja de ser un problema de cocina, con escaso interés para la opinión pública.
Por otra parte, es cierto y más que razonable pensar que el reglamento de participación que regula la Feria es mejorable y digno de ser consensuado, en el fondo y en la forma: en el fondo, por ejemplo, parace de recibo admitir la edición digital en la Feria, en la línea de la apertura de la Feria del Libro de Sevilla a las nuevas tecnologías (tampoco tenemos que recordar cómo hace unos años la de Madrid contaba con una carpa Multimedia que publicitaba y vendía los producto s CD-Rom más punteros del momento, vendidos por libreros); en la forma, por ejemplo, vertebrando unas cuotas de participación francamente mejorables y menos restrictivas. Y todo esto, subrayamos, siempre fruto de la negociación, el buen juicio y la racionalidad, y no mediante el recurso de la plantada o el conflicto bélico.
El melón, no obstante, ya está definitivamente abierto, capuletos y montescos toman posiciones... Pero esto no es una película de indios contra vaqueros, buenos contra malos. Aquí todos somos indios. De seguir en esta línea, planteamos la hipótesis razonable de que el conflicto por la Feria puede tener consecuencias funestas y lamentables, ya que, por ejemplo, un conjunto –representativo y con peso en el sector– de editores de tamaño grande y mediano (alguno más de los pimúsculos) es más que previsible que se desmarque y se desentienda del tema, por lo que la dirección del GEM puede acabar haciendo un ridículo de campeonato.
Según algunos, la titularidad de la Feria, en la legalidad vigente, parece incuestionable, pero desde nuestro punto de vista, lo que cualquier persona sensata recomendaría es reabrir y mantener una vía de negociación estable y duradera entre las partes, para lograr articular un reglamento racional, claro y consensuado a varios años vista, que de estabilidad a la participación y credibilidad a las instituciones implicadas. Parecería sensato, por tanto, poner al frente de las negociaciones a representantes con algo más de cintura, en uno y otro medio, sin dejar de valorar el trabajo realizado hasta ahora, pero hay que abrir nuevas vías de diálogo.
De todas formas, de continuar con la iniciativa, los editores y los libreros vamos a ser el hazmerreir del Ministerio de Cultura, de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento de la capital, quedando en especial el GEM, ante la opinión pública, como un colectivo problemático y conflictivo. Ningún niño sueña con ser editor de mayor, y la imagen del editor está muy distorsionada y desdibujada en este país, entre otras cosas por la guerra de los libros de texto. En cambio, tu librero "es tu amigo"; los editores, por otra parte, aún tenemos que dar explicación, según los foros, de en qué consiste nuestro trabajo, vocacional o no, artesanal o no; empleo o profesión, a fin de cuentas, el editor deberá rediseñar su función y su desempeño ante el fin de la intermediación propiciada por la llegada de las nuevas tecnologías al sector editorial y por la democratización de los sistemas digitales de producción.
La imagen de los editores, ante los últimos acontecimientos, podría quedar a la altura del betún por su dinámica gremial. La Feria, ante la opinión pública, podría estar compuesta de carromatos en vez de casetas, y el público podría asistir a una representación de zíngaros, en vez de a la fiesta del libro. No olvidemos que en esta previsible guerra no habrá vencedores, sino que todos perderemos y seremos víctimas. ¿Están previstos los daños colaterales producto del ímpetu de las acciones temerarias puestas en marcha? ¿Estamos legitimados unos y otros a hurtar la Feria del Libro de Madrid a sus legítimos dueños? Porque la FLM no es propiedad de los libreros ni de los editores, sino que la fiesta del libro pertenece al pueblo de Madrid y a todos los amantes de la lectura.
Por tanto, nuestra sugerencia, desde la independencia, desde el rigor, desde la modestia y en un llamamiento a la sensatez, es la de más talante y más consenso, y menos carga hormonal, más capacidad de diálogo entre unos y otros, y menos llamadas radicales a las barricadas. Porque si seguimos por el camino emprendido, el Potemkin nos hunde y se carga la Feria.
Con la que está cayendo –evidente crisis del sector, devoluciones tsunami y caída del consumo– y la que está por venir, es sin duda el momento de una llamada a la unidad, a la audacia, a la valentía y a la falta de miedo, en beneficio de todos los artífices del mundo del libro. El patio está que arde... ¡y las librerías vacías!
En nuestra próxima entrada hablaremos del impresionante trabajo llevado a cabo por el Cerlalc en su estudio sobre el futuro de la edición en Latinoamerica, con vistas al 2020. Tomemos nota, así que desde aquí hacemos una llamada: ¡proyecto, consenso, unidad y visión de futuro!
No parece de recibo, a todo esto, que en los últimos meses, el Gremio de Editores de Madrid, como institución, de motivos para aparecer, una semana sí y otra también, en los comentarios de los periodistas culturales que, en tono jocoso y guasón, censuran el puzzle de sensibilidades que alberga el propio gremio. Más de un editor ya ha comentado que somos el hazmerreir de cierto suplemento y de algunos críticos literarios. Y quizá no van desencaminados. Pero esta semana especialmente el GEM se ha superado, y en un ejercicio de funambulismo estratégico, tras la Asamblea, se ha planteado entrar en guerra abierta con los libreros por el tema (amplio, poliédrico, complejo y resistente a simplificaciones banales y baratas) de la Feria del Libro de Madrid. Obviamente, ante una disputa sobre la propiedad y/o titularidad de la Feria, serán los tribunales los que tendrán que decidir, pero esto no deja de ser un problema de cocina, con escaso interés para la opinión pública.
Por otra parte, es cierto y más que razonable pensar que el reglamento de participación que regula la Feria es mejorable y digno de ser consensuado, en el fondo y en la forma: en el fondo, por ejemplo, parace de recibo admitir la edición digital en la Feria, en la línea de la apertura de la Feria del Libro de Sevilla a las nuevas tecnologías (tampoco tenemos que recordar cómo hace unos años la de Madrid contaba con una carpa Multimedia que publicitaba y vendía los producto s CD-Rom más punteros del momento, vendidos por libreros); en la forma, por ejemplo, vertebrando unas cuotas de participación francamente mejorables y menos restrictivas. Y todo esto, subrayamos, siempre fruto de la negociación, el buen juicio y la racionalidad, y no mediante el recurso de la plantada o el conflicto bélico.
El melón, no obstante, ya está definitivamente abierto, capuletos y montescos toman posiciones... Pero esto no es una película de indios contra vaqueros, buenos contra malos. Aquí todos somos indios. De seguir en esta línea, planteamos la hipótesis razonable de que el conflicto por la Feria puede tener consecuencias funestas y lamentables, ya que, por ejemplo, un conjunto –representativo y con peso en el sector– de editores de tamaño grande y mediano (alguno más de los pimúsculos) es más que previsible que se desmarque y se desentienda del tema, por lo que la dirección del GEM puede acabar haciendo un ridículo de campeonato.
Según algunos, la titularidad de la Feria, en la legalidad vigente, parece incuestionable, pero desde nuestro punto de vista, lo que cualquier persona sensata recomendaría es reabrir y mantener una vía de negociación estable y duradera entre las partes, para lograr articular un reglamento racional, claro y consensuado a varios años vista, que de estabilidad a la participación y credibilidad a las instituciones implicadas. Parecería sensato, por tanto, poner al frente de las negociaciones a representantes con algo más de cintura, en uno y otro medio, sin dejar de valorar el trabajo realizado hasta ahora, pero hay que abrir nuevas vías de diálogo.
De todas formas, de continuar con la iniciativa, los editores y los libreros vamos a ser el hazmerreir del Ministerio de Cultura, de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento de la capital, quedando en especial el GEM, ante la opinión pública, como un colectivo problemático y conflictivo. Ningún niño sueña con ser editor de mayor, y la imagen del editor está muy distorsionada y desdibujada en este país, entre otras cosas por la guerra de los libros de texto. En cambio, tu librero "es tu amigo"; los editores, por otra parte, aún tenemos que dar explicación, según los foros, de en qué consiste nuestro trabajo, vocacional o no, artesanal o no; empleo o profesión, a fin de cuentas, el editor deberá rediseñar su función y su desempeño ante el fin de la intermediación propiciada por la llegada de las nuevas tecnologías al sector editorial y por la democratización de los sistemas digitales de producción.
La imagen de los editores, ante los últimos acontecimientos, podría quedar a la altura del betún por su dinámica gremial. La Feria, ante la opinión pública, podría estar compuesta de carromatos en vez de casetas, y el público podría asistir a una representación de zíngaros, en vez de a la fiesta del libro. No olvidemos que en esta previsible guerra no habrá vencedores, sino que todos perderemos y seremos víctimas. ¿Están previstos los daños colaterales producto del ímpetu de las acciones temerarias puestas en marcha? ¿Estamos legitimados unos y otros a hurtar la Feria del Libro de Madrid a sus legítimos dueños? Porque la FLM no es propiedad de los libreros ni de los editores, sino que la fiesta del libro pertenece al pueblo de Madrid y a todos los amantes de la lectura.
Por tanto, nuestra sugerencia, desde la independencia, desde el rigor, desde la modestia y en un llamamiento a la sensatez, es la de más talante y más consenso, y menos carga hormonal, más capacidad de diálogo entre unos y otros, y menos llamadas radicales a las barricadas. Porque si seguimos por el camino emprendido, el Potemkin nos hunde y se carga la Feria.
Con la que está cayendo –evidente crisis del sector, devoluciones tsunami y caída del consumo– y la que está por venir, es sin duda el momento de una llamada a la unidad, a la audacia, a la valentía y a la falta de miedo, en beneficio de todos los artífices del mundo del libro. El patio está que arde... ¡y las librerías vacías!
En nuestra próxima entrada hablaremos del impresionante trabajo llevado a cabo por el Cerlalc en su estudio sobre el futuro de la edición en Latinoamerica, con vistas al 2020. Tomemos nota, así que desde aquí hacemos una llamada: ¡proyecto, consenso, unidad y visión de futuro!
8 comentarios:
Plenamente de acuerdo en esa búsqueda del consenso y la serenidad de las partes. Sería una irresponsabilidad no trabajar en esa línea.
Abrazos.
Juan Casamayor
Creo que el comentario yerra y yerra fatalmente. Parece que los editores han buscado desde hace algún tiempo el acuerdo pero no lo han encontrado en los que manejan la feria. Consenso respecto de la titularidad (responsabilidad y autoridad), respecto al discurso (cómo ha de ser la feria y sus fines) y respecto a la organización ( quiénes y a qué costo). Se pide más diálogo con quien lo está negando subiendo las cuotas a los editores independientes(sólo a ellos) y aumentando de 30 a )90 los títulos mínimos en catálogo para estar en la Feria. ¿Aceptaría el autor del blog la renuncia a la cotitularidad de la feria, acptaría la subida de cuotas- ¿hasta qué cantidad? el aumento de titulos mínimos- también ¿hasta qué cantidad? y la exigencia de ir agrupados a los que más precisan mostrar diferenciadamente sus ediciones?
El blog es gracioso pero inconsistente. Sus autores o autor chistosos pero insolidarios; unos listillos que todo lo saben pero nada hacen. ¡ Hay que lío en la Federación! Ja, ja, ja. Y qué repaldan: ¿los intereses de los gremios locales, la tradicional "tutela" de los grandes grupos, La burocracia autoritaria y opaca de la gerencia y sus 3 ó 4 millones de euros de subvenciones varias? !Ay qué risa tía Luisa¡Unos tontos que defienden los estatutos para reformarlos!
Mientras tanto nosotros quedamos bien con los libreros,- a ver si saben quienes somos y les caemos bien porque somos listos y buenos- y también los poderes constituidos que siempre merecen respeto y al final nunca se sabe.Y eso sí en la sumisión afirmamos que nosotros somos independientes. Ja, ja ja.
Coincido con anónimo en su primera parte, la seria, la que argumenta. la otra podría haberla formulado de otra forma.
Pero en el fondo, colegas, no se puede hablar desde el tendido, hay que mojarse, y a veces, quedar mal ante los que no quieren nada más que buenas palabras, "sugerencias", comisiones de trabajo (que nunca terminan). El día a día es desagradable, sobre todo para los editores independientes que llevamos años (no unos pocos), años, peleando por mejorar nuestras instituciones, democratizarlas y que tengan "fundamento" (si como Arguiñano)
La gestión del GEM y formulación de su política está en manos de la Junta Directiva - sabiamente tiene dos frentes abiertos: conflicto con el gremio de editores de Cataluña en el caso "Presidencia FGEE" y conficto abierto y guerra declarada contra los libreros de Madrid. Los miembros de la Junta Directiva son los responsables de esta política y la podrán cambiar mañana si quieren. Los autores del blog decís que:
"Tras la celebración de su Asamblea plenaria, los editores han decidido entrar en una frontal guerra –¿oportuna?– contra los libreros" pero no es así. No han sido "los editores" quienes han decidido sino un puñado de acorazados quienes, jugando la vieja táctica de agotar literalmente la capacidad física de los asistentes en la Asamblea para aguantar un "debate" rocambolesco de casi 4 horas, sacaron de la manga la propuesta bélica tan enloquecida.
Señoras editoras agremiadas, señores editores agremiados - sois más de 600. Sólo unos cincuenta de ustedes asistieron a la asamblea y la mitad se marcharon por que no pudieron más. El Gremio por tanto tiene la política y la gestión que se merece - porque tiene 550 socios que son unos pasotas.
Lo que no entiendo es por qué hay profesionales del sector que opinan anónimamente, se esté o no de acuerdo con lo expuesto.
Abrazos,
Juan Casamayor
La impresión de una editora que se incorporó al GEM hace algo más de año es la siguiente:
- Salvo una minoría, los editores no somos conscientes de la trascendencia de los asuntos que allí se ventilan. De ahí, nuestra limitada presencia en reuniones y en comisiones de trabajo.
- Nuestra ignorancia y nuestra indiferencia se ven alimentadas por una información escasa que circula deficientemente y por la propia dinámica de las reuniones (siempre participan los mismos, siempre forman parte de los grupos de trabajo los mismos, siempre se plantean los mismos discursos, se dan muchas cosas por sabidas… y uno, que acaba de llegar, tiene la sensación de que "el resto sabe más" y peca de exceso de prudencia).
- Desde hace mucho tiempo, son casi siempre los mismos compañeros los que se han responsabilizado de -y, por tanto, dirigido y decidido- los asuntos del gremio. Hay que alabar su compromiso y su dedicación. Pero reconocer esto no implica que no podamos cuestionar su escasa representatividad cuando han sido elegidos o designados por una pequeña parte de los agremiados y representan problemáticas e inquietudes muy específicas que no son las de la mayoría. Algo de lo que no tienen la culpa ellos, claro está, sino quienes los elegimos o designamos, quienes no asistimos a las reuniones correspondientes para votar en contra y quienes no presentamos alternativas. O sea, todos los demás.
Por tanto estoy de acuerdo en que, siempre que tengamos acceso a la información adecuadamente, todos los agremiados, por acción u omisión, somos responsables de las decisiones que se adoptan. Y tenemos los representantes que hemos elegido o tolerado... aunque algunos no nos sintamos representados ni en nuestros intereses ni en nuestras motivaciones. Y esto viene a cuento de la Feria del Libro de Madrid.
En la última asamblea (a cuya maratoniana sesión asistí y de la que, desgraciadamente, me tuve que ausentar poco antes de que finalizara: una pena que este tema se dejara como último punto del larguísimo orden del día), se "acordó" ir a las barricadas contra los libreros.
Como "pequeña editora" cuyos derechos se abanderan con pasión en esta causa, este plante me parece un error (aclaro que lo digo aquí y lo dije en la asamblea). No dudo de las intenciones de sus promotores, pero no termino de ver que se haya procurado agotar el diálogo con los libreros. Al poner encima de la mesa, como asunto previo, el tema enquistado de la titularidad de la Feria, está claro que se impide cualquier otra negociación. Y creo que esta posición contradice los intereses de muchos editores –también, y sobre todo, pequeños-.
No quiero entrar en si los editores cedimos o no la Feria a los libreros en el año 86 a cambio de Liber. Confieso que me resulta indiferente de quién sea la casa con tal de que me acojan y de que seamos capaces de acoger con hospitalidad. Por supuesto, como editorial que tiene que vender sus libros en librerías durante todo el año, que no accede a la edición subvencionada ni institucional y que no tiene redes comerciales alternativas, QUIERO y DEBO entenderme con ellas. Lógico. Y, sin duda, creo que es prioritario llegar a un acuerdo de convivencia con las librerías que nos permitan, a mí y a otros como yo, no sólo estar en la Feria, sino mantener y desarrollar proyectos conjuntos durante todo el año. Por la salud del sector editorial, del librero, "por todos mis compañeros y por mí el primero".
Desde luego no es hospitalaria -es más, creo que es inaceptable- la exigencia del número mínimo de títulos para concurrir a la Feria que, al parecer, plantea el borrador del nuevo Reglamento. Es algo que hay que pelear porque no tiene sentido y porque resta valor a la Feria. Estoy segura de que los editores somos capaces de proponer alternativas creativas y beneficiosas para todos y quiero pensar que los libreros serían receptivos. Pero los buenos argumentos sólo se pueden defender en una mesa de negociación, no fuera.
Sobre el hecho de que los libreros "nos quieran subir la cuota a los pequeños editores", que parece que es también uno de los caballos de batalla, reconozco que es un asunto que aún no me ha quedado claro: todavía no sé quién ha ido subvencionado y quién no en ediciones anteriores. Sería importante que nuestro gremio aclarara abiertamente esta historia, porque siempre habrá alguien de fuera que tenga mucho interés en contarnos que sólo "algunos pequeños editores" acuden a la Feria pagando una cuota menor. Y que son, justamente, además, los que tienen menos que perder en un enfrentamiento con las librerías porque su red comercial es otra.
En definitiva, mi impresión como recién llegada es que este asunto se conduce a partir de pleitos antiguos que no terminamos de entender, algunos usos y costumbres, ciertos derechos adquiridos y en función de problemáticas específicas que no son exactamente las de todos. Y sí, la culpa es nuestra, por no implicarnos más, no informarnos más, no dar alternativas de gestión y no ejercer cuando debemos nuestro derecho al voto.
María Moreno
A algunos periodistas lo que nos gustaría es que la Feria del Libro de Madrid mejorara. Y para mejorar la feria, y el sector en general, tendrían que evolucionar las organizaciones que, por lo que leo, están demasiado ancladas en el pasado. Bienvenida la crisis, si sirve para algo. www.elplanetadeloslibros.com
La última asamblea de editores de Madrid deja un sabor amargo a todos los que intervienen en el mundo del libro. Lo lamentable es que la amargura se traduce en que todo sigue igual. No hay cambios. Que nadie se deje engañar. Los nuevos llegados, y me incluyo, tenemos que organizarnos para hacer propuestas interesantes. Hoy, el gremio de editores no ofrece alternativa alguna a las propuestas de la comisión de la Feria, (por otro lado, absolutamente injustificables) solo los más pequeños propusimos algo el pasado día 3. Me pregunto para qué quiere el gremio la cotitularidad si no he escuchado ninguna reivindicación, ninguna propuesta, ningún razonamiento que aporte algo más que: quiero ser titular porque sí. ¿Y luego qué? ¿Qué hacemos?
¿Qué nos repartimos? ¿Qué misión nos encomendamos?
Me entristece ver que después de seis años publicando libros, mi oportunidad de estar en la feria pasa por pedir limosna para conseguir medio stand, y tendría que dar las gracias a no sé cuantas personas.
Menos mal que no publico diccionarios, imaginad qué delirio, la Real Academia de la Lengua no podrá dar brillo y esplendor a su stand porque no llega al límite necesario de publicaciones!!
El cuaderno de viajes que publico en estos días lleva dos años haciéndose y no a ritmo de tortuga precisamente ¿Ni siquiera mi gremio valora la singularidad de una publicación? ¿Sólo el número de publicaciones? No lo entiendo. Y no hablo desde mi rebote, ni creyendo que la humanidad pueda pagar caro mi ausencia en la feria, sino desde un punto de vista mucho más práctico: En cualquier Feria del Mundo encuentras stands verdaderamente específicos y singulares. No es por nada, pero eso es lo que le a sabor a cualquier feria, la variedad ¿Pasa eso en Madrid? No. ¿os imagináis una Feria de ganado con un único stand, el de McDonalds? Pues este ejemplo es una caricatura muy cercana a la realidad de lo que pasa en Madrid.
¿Qué vamos a hacer?
Por nuestra parte, tenemos que empezar a organizar el gremio de editores. Ahora no lo está. Solo giere los derechos de los que están desde hace mucho. Es nuestra culpa, solo vamos cuando se acerca la feria. Me da verguenza escuchar que la comisión que más se moviliza dentro del gremio es la de libros de religión. Nada en su contra, pero entonces no podemos quejarnos de nada.(Por favor, no quiero seguir teniendo la sensación de que pedir mi puesto en la feria es como pedir limosna). Quiero mi sitio. Es más, tengo derecho a exigirlo. De hecho, no tendría ni que pedirlo. Y tú también. Pues cambiemos las cosas. Somos agremiados por igual, con los mismos derechos que los miembros de la junta y con los mismos derechos que los que llevan treinta años.
Yo lo veo claro, nuestra labor editorial está mucho más cerca de la realidad del mundo del libro. Demostrémoslo. Luchemos por lo que es nuestro.
David Villanueva
DEMIPAGE
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