25 febrero 2009

VUELO BAJO: BOLSILLOS ROTOS Y LIBROS DE BOLSILLO

En lo que llevamos de año mucho se ha hablado ya del bolsillo en el sector del libro, del bolsillo de los españoles, cada vez más encogido por la crisis, y del formato de estos libros que invocan unos (CEGAL) y otros (FGEE) como una especie de talismán que mediante un exorcismo mediático parece querer espantar al demonio de la crisis económica. Pero señores, estamos en crisis, también en la industria del libro. Antes fue el “producto refugio”, después el sector contracíclico, luego el “objeto-regalo”, y ahora el libro encoge, como un personaje de Alicia en el País de las Maravillas, y se convierte en “bolsilibro”, tremenda memez para reivindicar, a la desesperada, el libro como “valor seguro”.
Según el artículo de marras de El País, “editores y libreros ratifican la hora del bolsillo”, y en un alarde de mercadotecnia funambulista, “lo visten de glamour” y reclaman que su misión es “dar una segunda vida a la creación literaria”. Para terminar, el artículo subraya, entre las virtudes de semejante artilugio, “surgido en España hace 71 años” (y más de 500 en la imprenta del veneciano Aldo Manuccio), su portabilidad, algo inmejorable frente a la “amenaza digital” y que refuerza la necesidad, según los responsables de los grandes grupos editoriales, de “dar al libro de bolsillo el sitio que merece”.
Lo que merece este tema es una reflexión más seria, y esto desde hace tiempo. Los altos vuelos de la campaña pro defensa del libro de bolsillo, que parecen liderar libreros y editores al unísono, no es sino un intento desesperado de maquillar la profunda crisis sectorial a la que nos enfrentamos en estos momentos, mucho más profunda desde hace tres meses. Con una sobreproducción editorial irresponsable como cierre del año 2008, con unas ventas del ejercicio anterior que –a falta de datos contrastados– apuntan a un severo deslizamiento de la demanda hacia el best seller y el producto horizontal, con un comienzo de año caracterizado por la recesión del consumo, las librerías vacías y un aumento geométrico del nivel de devolución (si enero fue tremendo, febrero va a ser terrible), el sector del libro no puede seguir negando la evidencia. Por otra parte, los jefes de compras de las grandes cadenas y grandes superficies han reducido, según nos consta, en las últimas semanas, no sólo el número de títulos que compran, sino el número de ejemplares de las novedades que se implantan. Las probabilidades de que el libro implantado germine y de flor son escasísimas, porque el nivel de invisiblidad de los libros está aumentando exponencialmente: a menor visibilidad, menor oportunidad de venta. Se hace necesario, por tanto, un vuelo bajo para saber qué es lo que está pasando realmente, y porqué el libro de bolsillo ha adquirido semejante protagonismo.
Como ya hemos apuntado en otras ocasiones, no sólo nos enfrentamos a una crisis sectorial, producto de la crisis económica global; como consecuencia lógica de la ley del desarrollo desigual y combinado, la crisis en el sector del libro ha tardado en notarse, pero no podemos seguir negándola o maquillándola, ya está aquí y se queda para largo. Del bolsillo no nos debe llamar la atención su tamaño ni su formato, menos su “portabilidad”. Lo singular del bolsillo, sobre todo para los monederos rotos de los españoles, es su precio. El cambio de paradigma en el sector del libro está propiciando, entre otras cosas, un deslizamiento de la sensibilidad al precio por parte del lector-comprador, y el protagonismo del bolsillo no responde a una iniciativa de los editores, sino que es consecuencia directa de lo que hemos venido a llamar la macdonalización de la sociedad y la implantación del modelo económico del low-cost, también en el mercado del libro. Los libros más vendidos en ficción en las últimas semanas responden a la tipología del “tocho económico”: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, Los hombres que no amaban a las mujeres, por ejemplo, superan la barrera de los 20 euros pero rondan las 700 páginas, por lo que el cliente valora la relación “cantidad/precio”. Por su parte, la saga de moda de Stephenie Meyer, ronda los 16/17 euros por volumen, y oscila entre 600 y 800 páginas por tocho. En comparación con estos ejemplos, libros de tapa dura de 200 páginas a 18/20 euros no es que sean caros, es que se salen del mercado. Nuevos tipos de mercado que exigen, pues, nuevas estrategias y una adecuación de productos. Es el salto del producto al cliente.
En ese sentido, la lectura del artículo de Barbara Celis titulado “La edición en EEUU busca salida” nos vino a plantear, al margen de la grave y profunda crisis que la edición y el sector del libro están atravesando en los Estados Unidos, un problema de mucho mayor calado y envergadura: el problema de la “ineficiencia” del sector del libro, allí y aquí, tanto por el agotamiento de sus modelos, como por la forma de crear valor. La “ineficiencia” en el caso español se manifiesta en modelos de producción editorial poco atentos a la variable precio, y desconocedores, para la mayoría de editores, de cómo están cambiando los hábitos de consumo de los españoles. Como veremos en una próxima entrada, el sector editorial necesita urgentemente una reingeniería de sus modelos de negocio, y un replanteamiento de sus estrategias para adaptarse al nuevo paradigma de las economías low cost, de las rentas limitadas y polarizadas y de los nuevos hábitos de consumo.

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