Todos tenemos puestos los ojos en la 68ª edición de la
FLM, a la espera, con expectación, de unos resultados que o aparten definitivamente, según unos, el espectro de la crisis, o confirmen, según los más, los errores acumulados de un paradigma a punto de estinguirse. Unos y otros, mientras tanto, echamos mano del bolsillo: del monedero, casi todos, para contar una vez más cuánto dinero de verdad nos podemos gastar este año en la Feria; los otros, a las ventas de los libros de bolsillo, gracias a las cuales, según algún gurú, "
la Feria esquiva la crisis".
No sólo en Salamanca se han afirmado rotundamente las virtudes exorcistas de la crisis por parte del libro de bolsillo. Los libreros de Madrid, y en concreto su Presidenta, Pilar Gallego, con motivo de la inauguración de la FLM el pasado día 29 de mayo,
sostenía que "parece que se está vendiendo más el formato de bolsillo".
Algunos han deducido con razón que el interés por el libro de bolsillo no responde sino al apretón al que el bolsillo de los españoles se está viendo sometido por la crisis, y avanzan con fundamento que el "
interés ahorrador" va a convertir al libro de bolsillo, y no al libro digital, en el verdadero portagonista de la Feria del Libro de Madrid.
Puestas así las cosas, queremos compartir con ustedes la siguiente reflexión:
"Por más trivial y cotidiana que sea la escena, vale la pena analizarla en detalle, ya que es la clave de la industria del libro de bolsillo. Ni el productor ni el crítico pueden hacer abstracción de ella. Lo primero que llama la atención es que el transeúnte se encuentre completamente solo ante el móvil [expositor] lleno de libros. Su único interlocutor es este mecanismo reluciente.
"El librero se ha retirado y la librería ha adquirido el aspecto de un self-service. Asesorar al cliente, conversar con él, poner a su disposición la propia experiencia y responsabilidad, todo lo que tanto prestigio intelectual había dado al oficio de librero, ha perdido su razón de ser.
"También ha perdido importancia la disposición del surtido, la selección de libros entre la multitud de producciones literarias e intelectuales, cosas que antes daban a cada librería una fisonomía peculiar. Ahora esta selección previa corre a cargo del productor, y el librero se ha visto obligado a convertirse en simple comprador y vendedor de series enteras, prefabricadas.
"Su misión es parecida a la de un propietario de una sala de cine: obligado por un contrato, a menudo por pura comodidad, tiene que adquirir "lotes" y frecuentemente "a ciegas". Esta tendencia es visible sobre todo en las librerías especializadas en libros de bolsillo que se han ido abriendo en las grandes ciudades; en ellas la función del librero se reduce a la de un cajero.
"Estas tiendas son, en realidad, supermercados de literatura que, sin necesidad de cambiar el personal, se pueden transformar en cualquier momento en tiendas de comestibles o de corbatas de acuerdo con el principio de "sírvase usted mismo"...
Hasta aquí la cita de un texto que nos ha parecido muy revelador de la situación que estamos viviendo en España en los últimos meses. La exaltación del libro de bolsillo por parte de editores y libreros como el talismán definitivo que nos salvará, a unos y otros, de la peste de la crisis, se revela así como un arma de doble filo, una huida hacia adelante que, de forma irresponsable, no ha valorado las consecuencias últimas de su argumentación demagógica, como puede ser el fin de las librerías tal y como las conocemos.
Pero estamos acostumbrados a que el sector del libro en España improvise, en vez de reflexionar, y dispare, en vez de planificar. Lo curioso de todo esto es que el texto que hemos citado, cuyo autor no es otro que
Hans Magnus Enzensberger, pertenece a su libro
Detalles, publicado en Alemania en 1962 y editado en España en 1969 como número 1 de la colección "Argumentos" de Anagrama. No sabemos quién fue más premonitorio: si el escritor alemán, o su editor español,
Jorge Herralde.
Ya no es que el libro de bolsillo nos vaya a sacar de pobres, que no va a ser el caso; es que con tanta demagogia e improvisación, nos estamos cargando el sector, señores. Y de paso, las librerías. Por cierto, la
máquina expendedora de libros de bolsillo (
Vending Books), con su eslogan desternillante ("alimenta tu mente"), es un invento español, que en sus primeros meses ya ha facturado más de 85.000 euros. Por supuesto, su oferta es más que evidente:
puritito best-seller.
2 comentarios:
Hola
Unicamente comentaros, que no teneis ni idea del mercado del libro... mejor dicho, no teneis ni idea de los diversios tipos de clientes a los que les gusta leer.
Por otro lado, lo único que os fastidia de los libros de bolsillo, es que valen menos de la mitad que el mismo libro en formato trade... y eso, claro, son menos ingresos para vosotros.
Habeis escuchado hablar alguna vez de la "elasticidad precio-demanda"...?
Bien, pues si los libros valieran la mitad, multiplicariais las ventas X 2 o 3...
Saludos
Estimado amigo Anónimo,
El problema que plantea su comentario es que estamos totalemnte de acuerdo con usted. Claro que hay elasticidad al precio, claro que hay multitud de tipos de cientes para los que la relación valor-dinero es crítico a la hora de comprar. Es evidente. Lo que dice la entrada es que se está usando el libro de bolsillo de una manera torticera para sostener la tesis de que el sector va muy bien, cuando los problemas y retos que tiene de fondo son otros. Y una cosa más, no sólo le damos la razón, sino que además exigimos que los libros aparezcan, como ocurre en el mercado anglosajón, simultaneamente en pastas y duras y en bolsillo, ya que los publicos y los niveles de renta son completamente diferentes.
Un cordial saludo
Manuel Gil
Paradigma
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