11 febrero 2009

Crisis del libro: ¿Catástrofe u oportunidad?

La ola de la crisis ha embestido por fin, nos dicen, al sector del libro que, como le ocurrió al Poseidón, que tras el impacto siguió flotando, pero bocabajo. Al menos así lo ha certificado el pasado sábado El País, en una entrevista a Michèle Chevallier, de CEGAL. A falta de cifras concluyentes sobre el ejercicio 2008, el ajuste de las tiradas y la reducción de títulos de los planes editoriales para este año de algunos editores parecen dar carta de naturaleza a la crisis del sector. Aún con todo, alguno hay que todavía mantiene la trillada teoría del regalo-refugio para el libro, y repite hasta la saciedad que "el libro no notará la crisis... salvo que ocurra una catástrofe". Las consultas y conversaciones que hemos mantenido en los últimos días con numerosos editores nos confirman que los datos de facturación de enero han sido malos. ¿Cuánto de malos?
La ola del tsunami de la sobreproducción editorial de los últimos meses y la de las devoluciones masivas del pasado enero, con los daños colaterales de liquidaciones muy bajas o negativas, no parecen lograr la condición de "catástrofe", al menos la suficiente como para alarmar el temple flemático de este editor que sobrevuela la ola surfeando en los quioscos.
La representante de CEGAL, que prefiere los deportes con menos riesgo, alienta a la racionalidad y la contención. Certifica, en ese sentido, el parón del libro caro o de lujo, recomienda el ajuste de las tiradas, considera que se va a volver al libro de fondo y pronostica un repunte del bolsillo. Nos sumamos al llamamiento de CEGAL por la contención de la producción editorial: se trata, no sólo editar lo justo, sino, como ya nos habrán oído decir en otras ocasiones, saber bien para qué mercados editamos. Porque no hay un sólo mercado, sino muchos. Además, ahora más que nunca la distribución selectiva y la impresión bajo demanda, para un gran número de pequeños y medianos editores, son elecciones estratégicas de uso obligado, para evitar desajustes y desviaciones presupuestarias, así como para luchar contra la descapitalización de la empresa y reducir los riesgos. Por otra parte, estas decisiones han de tomarse en un entorno en el que los hábitos de consumo impulsan e imponen las estrategias low cost, aumentando significativamente la sensibilidad al precio del libro. Algunos editores se intentarán abrir paso en la guerra del bolsillo, otros buscan nuevos refugios, esta vez, en el quiosco –para recolocar su fondo, dicen.

Lo que parece claro es que la crisis ya ha llegado al sector del libro, cosa que era más que previsible y que algunos llevamos meses alertando. Y es lógico, según la ley del desarrollo desigual y combinado: la llegada de una contracción del consumo no se produce simultáneamente ni con la misma virulencia a todos los sectores. En el caso del libro, siendo un mercado de mercados, ocurre algo similar. En primer lugar la contracción del consumo llega a las grandes superficies y a los best-sellers, por tener una clientela basada en la compra de impulso; posteriormente, la ola llega a la librería tradicional que, al tener una clientela más fija y estable, nota un descenso en el volumen de gasto por persona, es decir, a ésta le llega algo después y, posiblemente, en menor intensidad e impacto, pero le llega. Así, los pequeños libreros han aguantado el tirón hasta ahora, y han cerrado el 2008 –aseguran– con un importe neto de las ventas similar al 2007 (pura conjetura aún, puesto que a diferencia de otros sectores, el mundo del libro no dispone de datos contrastables) y un aumento de las operaciones, (probablemente mucho bolsillo) lo que significa un descenso del precio medio por operación. Pero ¿hasta cuándo se va a sostener esto? ¿Ha pinchado la burbuja editorial?
Por otra parte, los grandes grupos editoriales son los que más van a sufrir el receso del consumo, y, quizá en un movimiento previsorio, están llevando a cabo reestructuraciones y despidos masivos de sus redes comerciales.Parece que en los próximos meses va a haber menos presentaciones suntuarias, menos anticipos, menos merchandising cosméticos, menos envíos masivos de novedades a suplementos literarios... La crisis iguala a la hora de competir, pero no nos pone a todos los editores "en la misma parrilla de salida", como sostenía Juan Palomo el otro día, sino que los grandes siguen teniendo una ventaja sobre los pequeños: su poder de ocupar los lineales y de disponer de mayor visibilidad. Aunque las librerías, para unos y otros, están vacías...
¿Qué va a pasar pasado mañana? ¿Hasta dónde va a llegar el efecto devastador de la ola de la crisis? Ahora más que nunca, para evitar la congelación, en el sector del libro se hace necesario compartir información. Cada editorial vive en su particular mundo, pendiente de su plan de producción –este mes tengo un zafonazo o llevo meses sin oler a reedición–; y aunque cada uno maneja información diversa y sin contrastar, lo que es cierto es que a todos nos está repercutiendo en ventas la contracción generalizada del consumo. Hasta que no dispongamos de encuestas y se avancen las cifras del mercado interior del último año, se trataría que las partes implicadas compartiésemos más datos de los que decimos. Alentamos al Observatorio del Libro a que empiece, a marchas forzadas, a facilitar información veraz y útil, vital para la toma de decisiones del sector. Mientras, los editores tendremos que compartir datos de verdad, y no engañarnos, incluso a nosotros mismos, con frases rimbombantes y eslóganes baratos, e irresponsables. Ante un descenso generalizado de las ventas, y con información contrastada en la mano, el editor podrá comenzar a tomar decisiones estratégicas, desde modificar su plan editorial, más ajustado a la realidad del mercado, hasta bajar tiradas, contener precios, etc... Sin esa información, de colega a colega, el editor permanecerá en sus trece, y dejará un flanco descubierto de su empresa, que puede caer presa de la ola, de la congelación y del cambio climático; entonces no habrá día de mañana que valga. Y todos calvos, bueno, congelados.
Por todo ello, nos permitimos sugerir cuatro acciones a realizar de inmediato que consideramos fundamentales:
  1. Constituir una mesa de editores, de carácter nacional, que redacte un Plan Anticrisis.
  2. Preparar un Plan Estratégico de la Edición.
  3. Convocar un Congreso de Editores en el que se dibujen las líneas de un modelo para el sector del libro, mucho más sostenible y con visión de futuro.
  4. Diseño de un Servicio de Información del Libro, una especie de EGM (Encuesta General de Medios) del libro. Mientras, que el Observatorio del libro observe, pero que observe ya.
Para terminar, valoramos que ha llegado el momento de efectuar una reingeniería del sector; ahora se puede, pero si dejamos que pase el tiempo el mercado nos reestructurará, pero de manera traumática, poniéndonos bocabajo. El sector todavía tiene vitalidad para reinventarse a sí mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por un Plan Nacional del Libro ¡YA!

Alberto Vicente dijo...

Un sector que siempre ha pregonado que está en crisis permanente (ahí están las hemerotecas y los gurús del asunto), cuando llega una crisis como la actual dicen que a ellos le va bien y que no les va a afectar. ¿Hay alguien que lo entienda? Evidentemente estamos en un punto de inflexión que va a empezar a dejar claro qué profesionales se quedarán en el sector y cuáles no. Como la limpieza no es mala esperaremos que se produzca. Sin duda el propio sector será el beneficiado.